Cmet / Reyes Logounova: Bruch - Mendelssohn

Información: ¡Concierto precedido por música de cámara en el LOBBY!
Solista y músicos de la OFCM tocan una obra música de cámara antes del concierto. Disfruta nuestro programa de preconciertos.
Sábado 14 de junio, 17 horas
Domingo 15 de junio 11:30 horas
Vestíbulo de la Sala Silvestre Revueltas
MARÍA VAKORINA, flauta
FRANCISCA ETTLIN, oboe
ROBERTO SOMMER, violín
MIRJAM WILHELM, viola
LUIS EDUARDO VÁZQUEZ, violonchelo
Arthur Bliss - Conversaciones
Sábado 14 de junio, 18 horas
Domingo 15 de junio, 12:30 horas
Sala Silvestre Revueltas
LAURA CMET, directora
ALFREDO REYES LOGOUNOVA, violín
Max Bruch (1838-1920) Fantasía escocesa, op. 46
Fantasía escocesa, op. 46
En diversos documentos biográficos relativos a Max Bruch se afirma que, si de niño este buen músico alemán parecía destinado a convertirse en un gran compositor, lo cierto es que al paso del tiempo fue solamente un buen compositor, al grado de que aún en su natal Alemania sus obras no son tan populares o conocidas como él hubiera querido. De hecho, la mayor parte de su música permanece más o menos olvidada en su tierra, y sólo gracias a los esfuerzos de su colega, el compositor Hans Pfitzner (1869-1949), sus obras para violín y orquesta se conservan en el repertorio. Este detalle es importante porque, a juzgar por lo que suele tocarse de su música en las salas de concierto hoy en día, parecería que Bruch fue un músico altamente especializado en el violín. Sin embargo, una mirada a su catálogo permite apreciar que compuso un buen número de óperas, oratorios, cantatas y otras obras vocales; una buena cantidad de piezas corales sacras y profanas; varias canciones; piezas para teclado; tres sinfonías; y una docena de obras de cámara, entre otras composiciones. Hay, sin embargo, una razón clara para la preferencia de Bruch por crear obras para violín y orquesta, y para la permanencia de esas obras en el repertorio. Esta razón llevó por nombre el de Pablo Martín Melitón de Sarasate y Navascués (1844-1908), quien fue el más grande violinista de su tiempo. Sarasate recibió la dedicatoria de numerosas obras de compositores contemporáneos suyos, y probablemente ninguno le dedicó tanta música como Max Bruch. Así, Sarasate fue el destinatario del segundo y el tercer conciertos para violín de Bruch, la Romanza Op. 42, el Adagio appassionato Op. 57, el Adagio In memoriam Op. 65, la Serenata Op. 75, las Canciones y danzas Op. 79, y la Pieza de concierto Op. 84. Y por si todo ello fuera poco, Bruch también dedicó a Sarasate la Fantasía escocesa Op. 46 para violín y orquesta.
La inspiración para esta singular obra de Max Bruch puede hallarse con cierta facilidad. La cronología del compositor señala que hacia 1863 Bruch publicó una serie de canciones folklóricas escocesas y, más tarde, en diversas ocasiones, acudió a la tradición musical de Escocia como fuente para otras obras vocales. De hecho, Bruch siempre dijo estar muy orgulloso de su peculiar habilidad para manejar las fuentes folklóricas de diversos orígenes en su música de concierto. Así pues, entre 1879 y 1880 Bruch compuso la Fantasía escocesa, cuyo título original es bastante más largo y elocuente: Fantasía para el violín con orquesta y arpa, con libre uso de melodías folklóricas escocesas, en mi bemol mayor, Op. 46. Y si el folklore de Escocia fue el motivo principal que impulsó a Bruch a componer esta obra, un motivo secundario fue la lectura de algunos textos de Sir Walter Scott (1771-1832), el gran novelista escocés cuyas obras inspiraron también a otros compositores. Por si todo ello fuera poco, Bruch también tuvo en mente el antecedente de Felix Mendelssohn (1809-1847), quien se inspiró en Escocia para la composición de su Tercera sinfonía y de su espléndida obertura Las Hébridas.
Lejos de ser una extrapolación abstracta y estilizada de elusivos temas de corte escocés, la Fantasía escocesa se refiere con toda claridad y precisión a sus fuentes. El Adagio cantabile tiene como tema una antigua canción escocesa de amor, mientras que el tercer movimiento está basado en otra canción que lleva el extraño título de Canción del molinero polvoso. En el Andante sostenuto, que es una combinación de variaciones con forma sonata, la fuente es una canción titulada Cómo sufro por Johnny. El movimiento final es designado por Bruch como Allegro guerriero, pero no hay que dejarse engañar por el título, ya que las reminiscencias guerreras son bastante nobles y delicadas. La referencia bélica está en el hecho de que este movimiento está basado en una canción que, según cuenta la leyenda, fue cantada por el rey escocés Robert Bruce (1274-1329) durante la histórica batalla de Bannockburn en 1314. Ahora bien, para efectos prácticos parece evidente que esta Fantasía escocesa bien pudo haber sido designada por Bruch como su Cuarto concierto para violín, y nadie se hubiera quejado de ello, porque desde el punto de vista formal, la obra cumple buena parte de los requisitos básicos de la forma concertante del período romántico. Como detalle final se hace preciso mencionar que un elemento fundamental en la concepción y realización de esta partitura está en el empleo del arpa, que funciona casi como un segundo solista. Con esta propuesta instrumental, Bruch le recuerda al oyente que, en diversas regiones de las islas británicas, especialmente en Escocia y en Irlanda, el violín y el arpa son parte medular de los conjuntos que tocan música tradicional. Para más señas, sólo hay un país en el mundo que tiene un instrumento musical como escudo nacional: el país es Irlanda y el instrumento es el arpa.
Introducción: Grave
Adagio cantabile
Scherzo: Allegro-Adagio
Andante sostenuto
Finale: Allegro guerriero
FÉLIX MENDELSSOHN (1809-1847) Sinfonía No. 3 en la menor, Op. 56, Escocesa
Sinfonía No. 3 en la menor, Op. 56, Escocesa
Si hemos de creer en el añejo adagio que dice que los viajes ilustran, sin duda entre los beneficiarios más notables de ello a lo largo de la historia están los músicos. Los catálogos de numerosos compositores de todas las épocas y todas las latitudes están llenos de obras inspiradas por el conocimiento (o imaginación) de tierras lejanas, exóticas y ajenas. En este sentido se impone repetir la referencia a la gran cantidad de música española compuesta por músicos franceses que viajaron (real o figuradamente) al vecino país. Olvidemos, sin embargo, este lugar común, y busquemos otras músicas que demuestran que, en efecto, los viajes ilustran. ¿Será suficiente una docena de ejemplos? Veamos...
- Antonin Dvorák, bohemio: Cuarteto americano
- Mikhail Glinka, ruso: Jota aragonesa
- Johann Sebastian Bach, alemán: Concierto italiano
- Vaclav Pichl, bohemio: Sinfonía Marte
- Piotr Chaikovski, ruso: Sinfonía polaca
- Franz Joseph Haydn, austríaco: Sinfonía Oxford
- Héctor Berlioz, francés: El carnaval romano
- Ludwig van Beethoven, alemán: Las ruinas de Atenas
- Aaron Copland, estadunidense: El Salón México
- Nikolai Rimski-Korsakov, ruso: Capricho español
- Gustav Holst, inglés: Suite japonesa
- François Adrien Boïeldieu, francés: El califa de Bagdad
Esta lista podría alargarse interminablemente, pero doce referencias son más que útiles para nuestros fines. Sólo falta aclarar que, en algunos de estos casos, los compositores viajaron al lugar en que se inspira la música, mientras que en otros la inspiración fue indirecta. Cabe suponer, en todo caso, que el caballero Pichl no tuvo oportunidad de viajar a Marte para obtener la inspiración necesaria.
En el caso particular de la sinfonía que hoy nos ocupa podemos decir que Félix Mendelssohn era bastante aficionado a los viajes; una breve mirada a su biografía nos habla de algunos de los lugares que conoció fuera de Alemania. Entre ellos, París, Londres, Escocia, Italia, Suiza. El impacto de estos viajes en su sensibilidad puede detectarse directamente en algunas de sus obras, entre las cuales pueden ser citadas la obertura Las Hébridas, también conocida como La gruta de Fingal, su Tercera sinfonía, Escocesa, y su Cuarta sinfonía, Italiana. Resulta que además de buen viajero, Mendelssohn era un buen corresponsal, y gracias a algunas de sus cartas nos hemos podido enterar del efecto que le produjo su viaje por Escocia. Desde Edimburgo, Mendelssohn escribía:
Todo aquí se ve muy austero y robusto, envuelto a medias en una capa de bruma o niebla. Muchos escoceses salieron de la iglesia con sus trajes tradicionales, guiando a sus novias vestidas de domingo, mirando al mundo con miradas magníficas e importantes. Con largas barbas rojas, sus faldas de tartán, sus boinas y plumas, con las rodillas al aire y sus gaitas en la mano, pasaron en silencio por el gris castillo en ruinas donde la reina María Estuardo vivió en el esplendor. ¿Qué más puedo decir? Tiempo y espacio se acaban, y todo debe terminar con este estribillo: ¡Qué amable es la gente de Edimburgo, y cuán generoso es el buen Dios!
Más generoso aún fue el mismo Mendelssohn, quien en su correspondencia no sólo nos dejó buenas descripciones de Escocia y otros lugares, sino que nos hizo el favor de darnos datos específicos sobre la creación de su Sinfonía Escocesa. El 30 de julio de 1829 el compositor escribió esto:
Fuimos, al atardecer, al palacio de Holyrood donde vivió y amó la reina María. Hay un pequeño cuarto al que se llega por una escalera de caracol. Por ahí es por donde subieron y hallaron a Rizzio en el cuartito, lo sacaron arrastrando y, tres habitaciones más allá, en un oscuro rincón, lo mataron. La capilla adjunta ya no tiene techo y la hierba y la hiedra crecen en ella. Ante su estropeado altar, María fue coronada reina de Escocia. Todo está arruinado y lleno de moho, y se filtra la luz del sol. Creo que hoy hallé aquí el inicio de mi Sinfonía Escocesa.
A pesar de haber hallado en Holyrood la inspiración musical, Mendelssohn tardó un buen tiempo en terminar la sinfonía. El mismo día que escribió la carta citada, anotó los primeros compases del primer movimiento. Al año siguiente el compositor trabajó en la Escocesa durante el viaje a Italia que le inspiró la Sinfonía Italiana. Sin embargo, habrían de pasar doce años antes de que la partitura estuviera terminada. El día 20 de enero de 1842 Mendelssohn puso el toque final a su Sinfonía Escocesa en Berlín, y seis semanas más tarde él mismo dirigió el estreno de la obra con la famosa Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. En cuanto al posible contenido de material musical escocés de esta sinfonía, hay que decir que es dudoso. Se sabe que Mendelssohn no tenía inclinaciones hacia la expresión nacional en la música, y aunque el segundo movimiento de esta sinfonía parece tener un tema derivado de una antigua pieza para gaita, la verdad es que esta obra es tan alemana como la Sinfonía Italiana, compuesta por Mendelssohn en 1833. De hecho, al compositor Robert Schumann (1810-1856) le parecía que la Escocesa sonaba italiana, lo cual prueba que Mendelssohn no era un simple imitador de tonadas populares, sino un compositor con los ojos y los oídos bien abiertos a sus experiencias de viaje.
Andante con motto-Allegro un poco agitato
Vivace non troppo
Adagio
Allegro vivacissimo
Laura Cmet

Director(a)
Laura Cmet nació en 1975 en Córdoba, Argentina. Comenzó en la música a los cuatro años de edad tocando el piano y fue alumna de la Escuela de Niños Cantores de Córdoba lo que la llevó a obtener los títulos de Directora de Coro y Profesora de Piano a sus diecisiete años de edad. Luego se recibió de Licenciada en Composición Musical en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y se perfeccionó en la dirección orquestal con diversos maestros tanto en su país como en el extranjero, realizando numerosos cursos de formación en Argentina, París y Estados Unidos. En todos sus estudios obtuvo las máximas calificaciones lo que la llevó a recibir el “Premio Universidad con mención de honor” en el año 1999.
Comenzó a dirigir coros a los 17 años de edad y a sus 22 años ya dirigía coros profesionales en la Escuela de Niños Cantores de Córdoba. Al mismo tiempo comenzó a dirigir orquestas en el Conservatorio Superior de Música “Félix Garzón” de Córdoba y en ese período realizó numerosos conciertos sinfónico-corales. Se abrió paso en la dirección orquestal en una época en la que la figura de la dirección orquestal era mayormente masculina, siendo pionera en su ciudad en la dirección orquestal femenina.
Creó varias orquestas, entre ellas la Orquesta Mark Twain Córdoba que hoy cuenta con más de 240 jóvenes músicos de varios niveles. Realizó numerosos estrenos de obras de compositores cordobeses y argentinos. Es docente universitaria en la cátedra “Instrumentación y Orquestación” de la Universidad Nacional de Córdoba desde hace 20 años impulsando proyectos de extensión y colaboraciones entre compositores e instrumentistas relacionados a la composición de músicas nuevas.
Ha dirigido ensambles, orquesta de cuerdas, orquesta de vientos, banda y orquesta sinfónica.
Ha sido Subdirectora de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Córdoba por más de 8 años; directora de la Orquesta de Cuerdas del Conservatorio Félix Garzón por 12 años; directora de la Orquesta de Vientos del Conservatorio Félix Garzón por 10 años y ha realizado conciertos como directora invitada en Argentina, Chile, Brasil, México y Estados Unidos; dirigiendo en numerosas ocasiones a la Orquesta Sinfónica de la UNC, Orquesta Académica Juvenil del Teatro Libertador San Martín, Banda Sinfónica de la Provincia de Córdoba, Orquesta de Cuerdas Municipal de Córdoba, Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, Buenos Aires, Argentina. Orquesta del Municipal de Santiago, Chile; Orquesta Festival Academia Internacional de Música Portillo en Chile, Orquesta Filarmónica de Sonora, México; 51° Edición Festival Cervantino, Guanajuato, México; Orquesta Filarmónica de Córdoba en Festival Internacional “Gramado in Concert”, Brasil; The Honor Band Monroe, Monroe High School Wind Ensemble, The Syracuse University Wind Ensemble, New York City, EEUU.
Dentro del vasto repertorio sinfónico que ha dirigido se caracteriza por incluir habitualmente obras de música argentina y latinoamericana, a la vez que obras de compositoras mujeres recientemente descubiertas o puestas en valor. En sus conciertos y espectáculos cumple un papel fundamental la creatividad e interacción con el público, explicando y acercando a la audiencia el contenido de las obras que interpreta.
Es madre de 3 hijos; ha sido distinguida con varios premios en su ciudad por su trayectoria. Es miembro del movimiento Women Conductors que nuclea a directoras de orquesta de todo el mundo y ha sido parte principal del staff organizador del “III Simposio Internacional de Mujeres Directoras de Orquesta” que se realizó virtualmente en 2020 y que nucleó a más de 220 panelistas de 36 países con más de 90.000 visualizaciones en 6 días de ponencias.
Alfredo Reyes Logounova

Violín
Considerado como uno de los violinistas latinoamericanos más destacados y prominentes de su generación, Alfredo Reyes Logounova debutó como solista en el año de 1997 a los 6 años de edad con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dirigida por el maestro Eduardo Álvarez, convirtiéndose así en el solista más joven en la historia de las orquestas mexicanas. Desde entonces, se ha presentado como solista de las más prominentes orquestas del país, como la Orquesta Sinfónica Nacional, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, la Orquesta Sinfónica “Sinaloa de las Artes”, la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional, la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla, la Orquesta Filarmónica de Querétaro, la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, actuando bajo la dirección de prestigiados directores como Jesús Medina, David Hernández Bretón, José Guadalupe Flores, Rodrigo Elorduy, Gabriela Días Alatriste, Enrique Barrios, Román Revueltas, Luis Herrera de la Fuente, José Areán, Juan Carlos Lomónaco, Israel Yinon, Lanfranco Marcelletti, Stephen Ellery, Ludwig Carrasco, Scott Yoo, Iván López Reynoso y Carlos Miguel Prieto.
Se ha presentado, además, con importantes agrupaciones en el extranjero, como la Orquesta Sinfónica del Festival Internacional Tigullio Liguria di Levante (con quien realizó su debut en Europa en julio del año 2004), dirigida por el maestro Jan Stulen, en la ciudad de Chiavari, en Génova, Italia, así como con la Orquesta de Cámara “La Primavera” de Kazán, Rusia, dirigida por el Maestro Rustem Abiazov, entre otras.
Asimismo, ha participado en importantes concursos nacionales e internacionales, obteniendo el tercer lugar del V. Concurso Nacional de Violin “Hermilo Novelo”, en 1997, y el cuarto lugar (y diploma de finalista) del Concurso Internacional de Violín “Aram Khachaturian”, celebrado en la ciudad de Yereván, Armenia en 2008.
Nacido en el seno de una familia de músicos, Alfredo Reyes Logounova comenzó sus estudios musicales con su padre a la edad de 3 años, para después continuar con su alta formación artística en el Conservatorio de Maastricht, Holanda, bajo la tutela del gran violinista y pedagogo Boris Belkin (graduándose con honores con el grado de Master of Music in Solo Performance), así como en el Royal College of Music, en la ciudad de Londres, Inglaterra, con el gran pedagogo Felix Andrievsky, en donde obtuvo el grado de Artist Diploma in Performance. Cuenta, además, con destacadas participaciones en Cursos Internacionales de Perfeccionamiento Violinístico impartidos por Vladimir Landsman , Félix Andeyevsky , Mijaíl Kopelman y Boris Belkin (con quien ha estudiado en la Accademia Musicale Chigiana de Siena, Italia, así como en la Accademia Internazionale di Imola, Italia y en la Academia de Felechosa Aller en Oviedo, España), así como con Daniel Stabrawa y David Chan, en la Accademia di Musica Abbado, en Milán, Italia.
Es destacable su participación como solista en la conmemoración de los 200 años de la Monarquía Holandesa en el año 2014, que contó con la presencia de los Reyes de Holanda, Bélgica y Luxemburgo, así como del Presidente de la República Federal de Alemania.
Sus actuaciones como solista y recitalista abarcan no solo varias ciudades de la República Mexicana, sino que se extienden a varios escenarios de países como Canadá, Italia, Francia, España, Austria, Croacia, Polonia, Lituania, Holanda, Suiza, Alemania, Hungría, Reino Unido y Rusia.
Ha lanzado dos álbumes titulados “Behind the Wall” bajo el sello discográfico independiente “Destino Musical”, con música para violín solo, abarcando desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, con obras de J. S. Bach, N. Paganini, H.W. Ernst, F. Kreisler, B. Bartok, N. Milstein y E. Ysaye, entre otros.
Asimismo, ha impartido clases maestras en prestigiosas instituciones como la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Panamericana y el Centro Cultural “Ollin Yoliztli”, entre otras.
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