Lavista, Mario - Clepsidra

Mario Lavista (1943)

Clepsidra

La palabra clepsidra, que da título a la obra orquestal de Mario Lavista que hoy nos ocupa no sólo es una palabra bella y eufónica que se refiere a una máquina asombrosa, sino que también es una creación etimológica realmente ingeniosa. En términos sencillos, una clepsidra es un cronómetro que mide el tiempo a través de un flujo gradual de agua. Algunos de los relojes de agua más antiguos que se conocen provienen de Egipto, donde los arqueólogos han detectado aparatos que datan de aproximadamente quince siglos antes de nuestra era. Estos relojes estaban formados por un recipiente en forma de cubeta, del que escapaba el agua a través de un agujero hecho en la base. En las paredes interiores del reloj estaban marcadas las escalas del tiempo, una para cada mes del año tomando en cuenta las variaciones estacionales de las horas egipcias. Así, al final de la primera hora el agua que al principio llegaba al borde del recipiente, había bajado de nivel hasta la primera marca del mes en cuestión. En un principio, estas clepsidras o relojes de agua no eran muy precisos, debido principalmente a dos factores: por un lado, la dificultad para regular la presión de salida del agua, que se lograba parcialmente con la forma cóncava de las paredes del recipiente; y por el otro, la diferente viscosidad que el agua adquiría con los cambios de temperatura. Desde el antiguo Egipto estos relojes de agua fueron introducidos en el mundo grecorromano y llamados clepsydrae. Al ajustar el flujo del agua, los griegos y los romanos lograron que las clepsidras adquirieran cierta exactitud. Así, la clepsidra romana tomó la forma de un cilindro en el que el agua goteaba, proveniente de un depósito. Las lecturas se hacían en una escala marcada en el cilindro, a través de un flotador. De ese modo, con el depósito lleno, las irregularidades en el flujo de agua se mantenían al mínimo. Hacia el primer siglo antes de nuestra era, el notable arquitecto e ingeniero Vitruvio publicó su tratado De architectura, uno de cuyos capítulos está dedicado a los relojes, las medidas y la astronomía. En este capítulo de su magna obra, Vitruvio describe una clepsidra con un mecanismo de escape a base de ruedas dentadas. Un eje fijo al flotador tenía dientes que enganchaban un engrane con una aguja que se movía sobre una escala. Algunos modelos de relojes de agua descritos por Vitruvio en uno de los capítulos de su tratado De architectura fueron perfeccionados más tarde por los árabes y los chinos, y tales clepsidras se utilizaron en Europa hasta el siglo XVI. Ahora bien, ¿qué tienen que ver las clepsidras del mundo antiguo con esta obra sinfónica de Mario Lavista? La respuesta me llega a través del fax, que es un aparato más sofisticado pero menos poético que la clepsidra. El texto enviado por Lavista dice así:

Escribí *Clepsidra *para orquesta en 1991 por encargo de la Orquesta Sinfónica de San Antonio, para conmemorar el 300 aniversario del descubrimiento del río San Antonio. Se estrenó en abril de ese mismo año en la ciudad de San Antonio, bajo la dirección de Zdenek Macal. Su estreno en México se llevó a cabo en noviembre de 1992 con Enrique Diemecke al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional. Me gusta pensar que tanto el río como la música son imágenes del ritmo del tiempo, son una narración del tiempo. El río nos cuenta la historia de las aguas, mientras que la música nos relata la historia de los sonidos. Ambos son, de alguna manera, clepsidras, esto es, relojes de agua para observar y medir el tiempo. Las clepsidras, al igual que la música y el río, transforman el desorden en orden, lo continuo en discontinuo, y el ruido y el sonido en sentido. La obra está habitada de recuerdos de mi propia música. Es una especie de diario íntimo en el que están escritos motivos, frases, fragmentos de mis obras orquestales anteriores, reunidos en un orden diferente. Intenté con esto crear una estructura, una forma musical que fuese la depositaria de mi memoria. La obra está dedicada a mi amigo el escritor Guillermo Sheridan.

De este breve texto se desprende que en Clepsidra se sintetizan de manera elegante y expresiva dos de los temas fundamentales del pensamiento musical de Mario Lavista: las citas y el tiempo. A lo largo de su producción, el compositor ha creado varias obras en las que cita fragmentos brevísimos, desprovistos de valor anecdótico, de obras de algunos de sus compositores favoritos. Tal es el caso de piezas suyas como Continuo (1971) para orquesta, Contrapunto (1972) para medios electrónicos, Quotations (1976) para violoncello y piano, Trío (1976) para violín, violoncello y piano, y Lyhannh (1976) para orquesta. Por otra parte, es evidente que un compositor que escribe Kronos (1969) para varios relojes despertadores y Diacronía (1989) para cuarteto de cuerdas, es un músico preocupado a fondo con la idea del tiempo. No es casualidad que Mario Lavista sea admirador y profundo conocedor de la obra de los músicos medievales y renacentistas para quienes el tiempo adquirió dimensiones filosóficas profundas, como tampoco es casual su admiración por compositores de nuestro tiempo como Conlon Nancarrow (1912-1997) y John Cage (1912-1992), también muy atentos a las cuestiones relativas al tiempo. Pareciera que el compositor quiere, con su música, convertirse él mismo en una clepsidra y robarse el tiempo para detenerlo, estudiarlo, comprenderlo, poseerlo. De las raíces griegas kleptein, robar; e hydor, agua, resulta finalmente que una clepsidra no es más que una ladrona de agua.

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