En los acantilados de Cornualles
Las evocaciones marinas y las reflexiones sobre el impacto de la colectividad en los individuos continúan En los acantilados de Cornualles, de The Wreckers, ópera escrita por la compositora inglesa Ethel Smyth en 1904. Reconocida militante del movimiento sufragista británico —para el cual compuso su famosa Marcha de las mujeres en 1910—, Smyth incluso fue encarcelada por dos meses en 1912 tras romper la ventana de un ministro en un acto de protesta.
Pero antes de aquel altercado, Smyth disfrutaba de los viajes y el senderismo. Fue después de recorrer a pie Cornualles en 1886 cuando surgió la idea de su tercera ópera, The Wreckers, inspirada en una visita a la cueva Piper's Hole en la isla de Tresco, un lugar donde, según la leyenda, se cometieron crímenes relacionados con naufragios provocados por los habitantes del lugar. Junto al libretista Henry Brewster, Smyth desarrolló una ópera en tres actos sobre un pueblo pesquero en Cornualles, cuyos habitantes sobreviven saqueando los bienes de barcos que ellos mismos hacen encallar, convencidos de actuar bajo preceptos divinos. Sin embargo, hay “un traidor” que advierte a las embarcaciones del posible atraco, lo que desata la desconfianza entre la comunidad.
La situación se complica con un triángulo amoroso: Mark, un pescador, es amante de Thirza, la esposa del predicador del pueblo, pero también es pretendido por Avis, la hija del encargado del faro. Consumida por los celos, Avis acusa al predicador de ser el traidor, pero Mark confiesa su culpa y Thirza admite su complicidad. Como castigo, ambos son condenados a morir en las cuevas marinas cuando suba la marea, pese a los desesperados intentos de Avis por salvar a Mark.
El libreto fue escrito originalmente en francés bajo el título Les Naufrageurs, pues Brewster era francófilo y Smyth pasaba gran parte de su tiempo en Francia con Winnaretta Singer, princesa de Polignac y una de las grandes mecenas musicales de su época. Sin embargo, la obra se estrenó en Leipzig en 1906 en una versión alemana titulada Das Standrecht, lo que obligó a Smyth a revisar la música para adaptarla a la nueva traducción. Cuando la ópera llegó a Inglaterra en 1909, fue adaptada al inglés como The Wreckers, y su recepción consolidó la fama de la compositora.
En esta ocasión, se presenta un movimiento instrumental de esta ópera: el preludio al segundo acto de The Wreckers, que nos transporta precisamente a aquellas cuevas que maravillaron a la compositora, al amor clandestino de los protagonistas y al peligro que se cierne sobre ellos.