Pequeña Suite
Piccolo
Polka Hurra
Canción
Danza
El merecido respeto que se le tiene a Witold Lutosławski como un compositor firmemente comprometido con la modernidad, con las ideas y los sonidos de su tiempo (que es el nuestro), no debe hacernos olvidar que un buen número de obras suyas, sin perder de vista ese enfoque moderno, fueron concebidas a partir de una fina decantación de elementos folklóricos. Tal es el caso, por ejemplo, de la Pequeña suite (‘Mala suita’, en polaco), una obra aparentemente menor pero que encaja perfectamente en el catálogo del compositor.
¿Qué lugar ocupa la Pequeña suite en el contexto del desarrollo del estilo y el lenguaje de Lutosławski? En una muy completa nota discográfica sobre ésta y otras obras del compositor polaco, el musicólogo Andrzej Chlopecki indica que, como otras partituras de la misma época, la Pequeña suite, de inspiración folklórica y lenguaje sencillo y directo, no debe verse como un paso atrás o una concesión estético-política, sino como un ejercicio en música aplicada, sin orientación doctrinaria alguna. Chlopecki precisa el concepto con estas palabras:
Así, al escuchar la Pequeña suite debemos aislarla del período en el que fue escrita; debe ser vista como una estilización del folklore característica en las corrientes nacionalistas de la música europea en la primera mitad del siglo XX; una estilización marcada por un espíritu y un artesanado acordes con el destino de cada obra. En el contexto de la música de Lutosławski como un todo, la Pequeña suite sirve como un preludio o estudio técnico para el proyecto cuyas primeras ideas aparecieron exactamente en 1950 y fueron realizadas en 1954. Este fue el Concierto para orquesta, una obra maestra del neoclasicismo polaco, basada en gran medida en la inspiración del folklore.
Como lo indica su título, el primer movimiento de la Pequeña suite es protagonizado por el piccolo, que se encarga de establecer un inicio que recuerda una sencilla danza pastoral. Después de esa introducción, el compositor propone un episodio vigoroso de estilo neoclásico que lleva a otra participación importante del piccolo, que conduce hasta el final de la pieza. Polka Hurra, segunda parte de la suite, se mueve en un sabroso ritmo vivo y, en sus primeras páginas, ofrece fugaces fragmentos melódicos encargados a los alientos-madera. Después, de manera semejante al movimiento anterior, la orquesta entera se encarga de llevar adelante el impulso rítmico. El clarinete se encarga de predecir el fugaz final de la polka. Y es también el clarinete el instrumento designado para iniciar la Canción que sigue, urdiendo una línea melódica que es retomada más tarde por la flauta, luego por el oboe. Después, la flauta de nuevo, hasta que las cuerdas se apropian del trazo melódico. Durante casi toda la pieza, el acompañamiento de la melodía es camerístico, y solo hay una breve intervención de la orquesta. Flauta, oboe y clarinete se turnan los breves gestos del final. La Danza final de la Pequeña suite ofrece, desde sus primeros compases, todo el sabor de la música popular estilizada. Después de un inicio acentuado y extrovertido viene un breve episodio más austero, casi serio, para las cuerdas, que es complementado por la participación protagónica del oboe. La orquesta retoma el espíritu de este episodio y algunos breves solos conducen al episodio final de este trozo de baile, muy semejante a su inicio, cuyas últimas páginas son casi humorísticas.
La versión original para orquesta de cámara de la Pequeña suite fue escuchada por vez primera en 1950 en la transmisión radiofónica de una ejecución a cargo de la Orquesta de la Radio Polaca. Al año siguiente, Lutosławski realizó la versión para orquesta sinfónica que se conoce actualmente, y en su nueva forma la Pequeña suite se estrenó el 20 de abril de 1951 con la Orquesta de la Radio Polaca dirigida por Grzegorz Fitelberg. Cuarenta y tres años más tarde, en 1994, la misma orquesta, bajo la batuta de Antoni Wit, realiza una notable grabación de la obra.
Recomendación final al lector-oyente: seguir el consejo implícito en el texto de Andrzej Chlopecki arriba citado, y escuchar consecutivamente la Pequeña suite y el Concierto para orquesta. La experiencia es muy ilustrativa, además de placentera.