Beach, Amy - Sinfonía no. 2 en mi menor op. 32, *Gaélica*

Amy Beach (1867 - 1944)

Sinfonía no. 2 en mi menor op. 32, Gaélica

I. Allegro con fuoco
II. Alla siciliana. Allegro vivace
III. Lento con molto espressione
IV. Allegro di molto

Descendiente de una distinguida familia de Nueva Inglaterra, Amy Marcy Cheney aprendió a tocar el piano a los seis años gracias a su madre, Clara Imogene, quien, acorde con la época, tocaba el piano y cantaba. Sin embargo, la pequeña Amy ya cantaba con ella desde el primer año de vida y, según se dice, a los cuatro imaginaba piezas que luego interpretaba al piano de forma autodidacta.

En 1875, la familia Cheney se mudó a Boston, donde Amy recibió clases privadas de piano con profesores de origen alemán radicados en Estados Unidos: Ernst Perabo y Carl Baermann. Su formación también estuvo supervisada por otras figuras, como Percy Goetschius —profesor reconocido internacionalmente en la enseñanza de la composición y la teoría musical—, así como Henry Harris Aubrey Beach, un médico y cantante aficionado 24 años mayor que ella, con quien contrajo matrimonio en 1885, adoptando así el apellido por el que hoy la conocemos.

Además de su virtuosismo al piano, Amy Beach estudió con avidez tratados de composición y orquestación de sus propios maestros y de compositores como Hector Berlioz. Durante este periodo escribió su Misa en mi bemol Op. 5, así como canciones y piezas corales. Tras su matrimonio, con el apoyo de su esposo —algo poco común en la época—, dedicó su tiempo a la composición. Así, en 1894 escribió y publicó su Sinfonía Gaélica, convirtiéndose en la primera sinfonía compuesta y publicada por una mujer estadounidense. La obra fue estrenada en 1896 por la Sinfónica de Boston.

Esta sinfonía se inscribió en el imaginario creativo de la música del Nuevo Mundo, influida por la sinfonía que Dvořák había escrito en 1893. Sin embargo, a diferencia de otros compositores que incorporaban tradiciones africanas y nativas americanas, Beach encontró inspiración en la cultura gaélica tradicional, vinculada a la lengua celta de Escocia y sus descendientes, pues consideraba que esta herencia reflejaba con mayor fidelidad su identidad angloamericana.

Estructurada en cuatro movimientos, la Sinfonía Gaélica no solo evidencia la maestría de la compositora, sino que nos transporta a los vastos paisajes de Escocia. En el primer movimiento se combinan cierto aire heroico con un carácter bucólico. Las evocaciones de esos paisajes continúan en el segundo movimiento, que desarrolla un tema conmovedor y pastoril, seguido por una escena que sugiere un día de caza. El tercer movimiento despliega un diálogo entre diferentes instrumentos de la orquesta, que entrelazan bellos temas. Finalmente, el último movimiento nos remite a la vida cotidiana de la comunidad celta, la llegada a una tierra prometida y las esperanzas de quienes cruzaron el Atlántico en busca de un nuevo hogar. Con esta obra, Amy Beach ofrece una mirada distinta sobre la diversidad de la identidad estadounidense, de la que ella misma era resultado.

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