Rapsodia sobre un tema de Paganini op. 43
Introducción. Allegro vivace — Variación I
Tema. L'istesso tempo
Variación II. L'istesso tempo
Variación III. L'istesso tempo
Variación IV. Più vivo
Variación V. Tempo precedente
Variación VI. L'istesso tempo
Variación VII. Meno mosso, a tempo moderato
Variación VIII. Tempo I
Variación IX. L'istesso tempo
Variación X. L'istesso tempo
Variación XI. Moderato
Variación XII. Tempo di minuetto
Variación XIII. Allegro
Variación XIV. L'istesso tempo
Variación XV. Più vivo scherzando
Variación XVI. Allegretto
Variación XVII. Allegretto
Variación XVIII. Andante cantabile
Variación XIX. A tempo vivace
Variación XX. Un poco più vivo
Variación XXI. Un poco più vivo
Variación XXII. Un poco più vivo (Alla breve)
Variación XXIII. L'istesso tempo
Variación XXIV. A tempo un poco meno mosso
Entre los años de 1801 y 1807, el violinista y compositor italiano Niccolò Paganini (1782-1840) compuso sus 24 caprichos para violín solo, Op. 1, que son sin duda la obra más significativa de su catálogo. En estos caprichos, Paganini expandió la técnica del violín al grado de dejarla en el punto más alto de su desarrollo durante la era romántica. La gran inventiva musical de los caprichos llamó la atención de otros compositores, quienes escribieron algunas obras basadas en las melodías originales de Paganini. Entre ellos vale la pena mencionar a Franz Liszt (1811-1886), Robert Schumann (1810-1856), Johannes Brahms (1833-1897) y, de modo especial, a Sergei Rajmaninov, quien en el año de 1934 escribió su muy popular Rapsodia sobre un tema de Paganini, tomando como base el último de los 24 caprichos originales del violinista genovés.
Desde un punto de vista estrictamente académico, esta nota bien podría terminar aquí, con los escuetos datos ya mencionados. Sin embargo, dadas las peculiares personalidades de los dos compositores involucrados en esta obra, no puede uno menos que ceder a la tentación de explorar un poco más a fondo la conexión diabólica de la Rapsodia sobre un tema de Paganini. No es coincidencia que una de las pocas series de televisión de calidad que se han dedicado a explorar las vidas de los compositores se refiera precisamente a Niccolò Paganini, alrededor de quien se tejieron muchas leyendas y fantasías típicamente románticas, basadas muy libremente en la realidad. Es un hecho que la apariencia cadavérica de Paganini le hacía un buen candidato para tener tratos con el diablo, según decían sus contemporáneos (especialmente otros violinistas menos dotados), y que el hecho de que tocara casi exclusivamente su propia música no le ganó muchas amistades de orden convencional. Lo que poca gente admite es que tal apariencia de ultratumba fue asiduamente cultivada por Paganini a través de una vida disipada, dedicada sobre todo a los juegos de azar y a la persecución neurótica de relaciones amorosas enfermizas. A este respecto puede recordarse el hecho de que Paganini se retiró de la vida pública durante varios años, a la edad de 19, para irse a vivir con una noble dama toscana, y que aprovechó ese período para aprender la técnica guitarrística que en la actualidad le es poco reconocida. Si bien es un hecho que el mismo Paganini hizo todo lo posible por fomentar su propia imagen demoníaca, lo cierto es que hay algunos otros datos musicológicos que tienden a poner muy cerca a los violines y a los diablos. En el año de 1734, el gran luthier Giuseppe Guarnerius del Gesú construyó en Cremona un famoso violín que fue conocido como El violín del diablo. Apenas un par de años después, el compositor y violinista italiano Giuseppe Tartini (1692-1770) tuvo un agitado sueño en el que veía y escuchaba al diablo tocando el violín. De este extraño sueño nació su famosa sonata en sol menor, conocida como El trino del diablo. Más de un siglo después, el diablo volvió a tener un famoso acercamiento con el violín: en 1874, Camille Saint-Saëns (1835-1921) compuso su divertida Danza macabra, historia de diablos, tumbas y cadáveres en la que un violín en scordatura lleva el papel protagónico. Finalmente, está la referencia diabólica en la música de Igor Stravinski (1882-1971). En su partitura titulada Historia del soldado, de 1923, el diablo compra el alma del soldado en la forma de un violín. Una década después, Rajmaninov habría de añadir la más notable de las piedras de este edificio musical que celebra la relación íntima entre violines y diablos, pero a través del piano y la orquesta. Siendo el propio Rajmaninov un típico virtuoso romántico, no es extraño que haya elegido una obra de Paganini para su Rapsodia: un claro homenaje musical, de un virtuoso a otro, de un siglo a otro. En la primavera de 1934, Rajmaninov abrevió una gira de conciertos que tenía planeada para dedicarse de lleno a la Rapsodia, cuya partitura elaboró en su casa campestre a orillas del lago Lucerna, entre el 3 de julio y el 18 de agosto. Los analistas coinciden en afirmar que esta es una de las obras más redondas y completas de Rajmaninov, a pesar de que el compositor trabajó en contra del pasado: años atrás, Brahms había compuesto dos libros enteros de variaciones sobre el mismo tema, y sus posibilidades de expansión se consideraban ya agotadas. Sin embargo, Rajmaninov supo explotar el capricho de Paganini bajo una luz musical distinta a la de sus predecesores, para producir una brillante obra, típica de los ideales virtuosísticos del romanticismo tardío. La pieza se desarrolla en un solo movimiento, con tres secciones bien definidas que agrupan respectivamente las variaciones 1-10, las variaciones 11-18 y las variaciones 19-24. Desde el punto de vista formal, la elección de una forma sinfónica concertante para una rapsodia desarrollada en variaciones representó en su momento algo fuera de lo común. La verdadera integración de la conexión diabólica hecha por Rajmaninov en la Rapsodia está presente en las variaciones séptima, décima y vigésimacuarta, en las que el compositor incluyó, además del tema original del capricho de Paganini, la melodía del Dies irae de la misa de Réquiem de la tradición gregoriana. Ahora bien, Rajmaninov no ha sido el único compositor en utilizar esta famosa secuencia musical, pero sin duda ha sido el que con más frecuencia la incluyó en su trabajo compositivo. Si se considera que el Dies irae es una tremebunda descripción del Día del Juicio, no cabe duda que Rajmaninov tenía muy presente la diabólica leyenda romántica asociada con Paganini, así como su propia leyenda de virtuoso insuperable. El estreno de la Rapsodia sobre un tema de Paganini se llevó a cabo en la ciudad de Baltimore, el 11 de noviembre de 1934, con el propio Rajmaninov como solista y la Orquesta de Filadelfia dirigida por Leopold Stokowski. Para quienes puedan suponer que el tema original de Paganini se agotó definitivamente con Rajmaninov, puede mencionarse el hecho de que ya en plena segunda mitad del siglo XX ese Capricho No. 24 sigue siendo atractivo para compositores y arreglistas de todo tipo. Como ejemplos, pueden mencionarse las Variaciones para violoncello y orquesta de Andrew Lloyd Webber (1948), y una serie de variaciones para cuarteto de cuerdas escritas por Javier Montiel (1954), violista del Cuarteto Latinoamericano, en cada una de las cuales explora inteligentemente una forma distinta de técnica y producción sonora en el cuarteto de cuerdas.