Mozart, Wolfgang Amadeus - Concierto para piano no. 27 en si bemol mayor K. 595

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

Concierto para piano no. 27 en si bemol mayor K. 595

Allegro
Larghetto
Allegro

El pianista Alfred Brendel es, sin duda, uno de los mejores y más reconocidos intérpretes de los conciertos para piano de Mozart. Como complemento a un álbum en el que interpreta 24 de los 27 conciertos de Mozart, Brendel escribió un fascinante texto que, más que una nota de programa, es una profunda reflexión sobre diversos aspectos de ejecución de los conciertos mozartianos. Como epígrafe de su texto, Brendel cita un párrafo del compositor, pianista y teórico italiano Ferruccio Busoni (1866-1924), que dice así:

Inequívocamente, Mozart toma el canto como su punto de partida, y de ello surge la melodiosidad ininterrumpida que brilla en todas sus composiciones, como las adorables formas de una mujer a través de los pliegues de un vaporoso vestido.

Después del epígrafe viene el texto de Brendel, titulado Un intérprete de Mozart se da consejos. En uno de sus párrafos más atractivos, Brendel dice lo siguiente:

Mozart no está hecho de porcelana, ni de mármol, ni de azúcar. El Mozart lindo, el Mozart perfumado, el Mozart permanentemente extático, el Mozart ‘no me toques’, el Mozart sentimentalmente inflado, todos deben ser evitados. Debe haber ciertas dudas, también, sobre el Mozart que es incesantemente ‘poético’. Los intérpretes ‘poéticos’ pueden encontrarse sentados en un baño de vapor al que no puede entrar el aire fresco; uno quiere llegar y abrir las ventanas. Que la poesía sea el condimento, no el plato fuerte. Es significante que sólo hay ‘poetas del teclado’; un instrumento relativamente prosaico necesita ser transformado, hechizado. Los violinistas, los directores, aún los cantantes de Lieder, según lo sugiere la costumbre, parecen sobrevivir muy bien sin ‘poesía’
.
Esta lúcida observación de Brendel sobre diversas (y casi siempre erróneas) aproximaciones a la música de Mozart, en especial a su música para el piano, debiera ser materia obligatoria de estudio para cualquier pianista que se disponga a abordar sus conciertos para piano. En el resto de su texto, el gran pianista austríaco propone una serie de comentarios que, en su conjunto, pueden ser considerados como una guía completa, aplicable en distintos momentos a cualquiera de los conciertos que Mozart creó para su instrumento favorito. Dicho de otra manera: Brendel condensa aquí prácticamente todo lo que se necesita para interpretar adecuadamente los conciertos de Mozart, desde aquellos tempranos conciertos para clavecín y fortepiano basados en obras de J.C. Bach, Raupach, Honauer, Schobert, Eckard y C.P.E. Bach, hasta los espléndidos conciertos de su madurez, concebidos casi todos ellos para su propio uso como intérprete. Si bien es cierto que, como es lógico, los conciertos de Mozart van adquiriendo una mayor complejidad y empaque a medida que se avanza en la cronología y en su catálogo, el sereno y contemplativo Concierto No. 27 parecería representar una pausa reflexiva, un momento de meditación e introspección.

Concluido en enero de 1791, el Concierto No. 27 de Mozart, último de la serie, representa una interesante depuración de su lenguaje, una visión musical de una elegancia incomparable y de proporciones perfectas. El primer movimiento se inicia con una extensa introducción orquestal, refinada y muy bien orquestada. Durante el resto del movimiento, aparecen sutiles y rarificadas referencias al estilo “marcial” o “militar” que es posible hallar de manera evidente en varios de los movimientos iniciales de Mozart. Desde el inicio, se hace evidente que la parte solista es menos compleja y menos virtuosística que en otros conciertos mozartianos; después de una cadenza escrita por el propio Mozart, el Allegro inicial concluye con una coda breve y sencilla, graciosa como una caravana cortesana. El Larghetto central se inicia con el piano solo, y la orquesta provee más tarde el complemento a sus primeras afirmaciones temáticas. El movimiento es de una gran transparencia, y en él destaca (como siempre en Mozart) la gran nobleza y sabiduría en la escritura para los alientos. Hay aquí íntimos y evocadores momentos de un dramatismo contenido, envueltos en un acompañamiento orquestal engañosamente simple, pero de gran profundidad expresiva. No es difícil hallar aquí reminiscencias del Concierto K. 467. Para el Allegro final, Mozart acude a su patrón rítmico favorito de 6/8, que se encuentra en varios de sus rondós conclusivos. De nuevo, un movimiento de gran elegancia en el que el compositor combina de modo interesante la estructura episódica del rondó con algunos elementos de la forma sonata. En este sencillo y a la vez experimental movimiento, Mozart se da el lujo de realizar sugestivas aventuras armónicas. Algunos especialistas que han estudiado a fondo el Concierto K. 595 han encontrado en él algunas citas de otras obras de Mozart: de la ópera El rapto del serrallo K. 384, de la Sinfonía No. 41, K. 551 y del Lied titulado Nostalgia de primavera, K. 596. Asimismo, hay en este concierto una cita de la ópera La fidelidad premiada, de Franz Joseph Haydn (1732-1809).

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