Ibert, Jacques - Concierto para flauta y orquesta

Jaques Ibert (1890 - 1962)

Concierto para flauta y orquesta

Allegro
Andante
Allegro scherzando

Jacques Ibert nunca ha sido un compositor particularmente popular, y sus obras no son muy conocidas ni difundidas en el mundo del disco compacto y la radio. Es más: su música se toca muy poco en las salas de concierto. Sin embargo, es evidente que hay algunas cosas interesantes en su catálogo, que bien valen la pena de ser exploradas. Por ejemplo, en un catálogo discográfico bastante actualizado es posible averiguar que hay alrededor de 30 obras suyas disponibles en grabaciones más o menos recientes. Un recorrido cuidadoso del catálogo de Ibert permite encontrar las siguientes obras:

Concertino para saxofón
Concierto para violoncello y alientos
Concierto para flauta
Dos interludios para flauta, violín y arpa
Entreacto para flauta y arpa
Impromptu para trompeta y piano
Pieza para flauta
Tres piezas breves para quinteto de alientos

Esta breve relación permite ver de inmediato que los instrumentos de aliento estuvieron siempre muy presentes en el pensamiento musical de Jacques Ibert, y entre ellos, la flauta ocupa un lugar muy especial.
Jacques François Antoine Ibert nació en París el 15 de agosto de 1890. Estudió en el conservatorio de la capital francesa, donde fue alumno de Gabriel Fauré (1845-1924) y Paul Vidal (1863-1931), y en el año de 1919 ganó el codiciado Premio de Roma con una de sus composiciones. A lo largo de su carrera como compositor Ibert fue reconocido fundamentalmente como un orquestador muy competente. Entre sus obras más conocidas están Escalas para orquesta; La balada de la cárcel de Reading, basada en el poema homónimo de Oscar Wilde; la suite París; y la serie Historias para piano, de la cual se hizo muy popular una pieza titulada El pequeño asno blanco. Entre 1937 y 1961 Ibert fue director de la Academia Francesa en Roma. Murió en París el 5 de febrero de 1962.

Entre las obras para instrumentos de aliento del catálogo de Ibert, tres merecen una mención especial: las deliciosas Tres piezas breves para quinteto de alientos, en las que todo el humor y la ligereza del compositor se expresan a través de una transparente y siempre clara escritura; el Concertino para saxofón y once instrumentos, cuyo lenguaje musical ronda por regiones cercanas al mundo del jazz; y el Concierto para flauta y orquesta, que es una de las obras importantes del repertorio del siglo XX para este instrumento. Con su Concierto para flauta, Ibert puso un ladrillo más en el sólido edificio de un repertorio que tiene una historia larga, que se remonta a los tiempos de Antonio Vivaldi (1678-1741), quien compuso un buen número de conciertos para la flauta y algunos para el piccolo. Después, Johann Joachim Quantz (1697-1773) acaparó el instrumento, componiendo más de 300 obras para flauta y haciendo sentir su influencia en la música de su alumno más notable, el rey Federico el Grande de Prusia (1712-1786). En el alto barroco, Georg Philip Telemann (1681-1767) con sus conciertos y suites, y Johann Sebastian Bach (1685-1750) con sus sonatas para flauta y las partes de flauta de sus Conciertos de Brandenburgo y suites orquestales, marcaron la pauta para la generación siguiente, en la que destacó Carl Philip Emmanuel Bach (1714-1788), el más ilustre hijo de J. S. Bach, con sus propios conciertos para flauta. Después, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) a la cabeza de todos los clásicos, con su notable sensibilidad en la escritura para la flauta y para todos los demás alientos, a pesar de que él mismo manifestó que la flauta era un instrumento que le disgustaba. El renacimiento de la flauta en el siglo XX, después de una época oscura en el período romántico por culpa del violín y el piano, está marcado por obras como el Concierto de Carl Nielsen (1865-1931) y otras piezas importantes para flauta debidas a compositores como Goffredo Petrassi (1904-2003), Frank Martin (1890-1974), Lennox Berkeley (1903-1989), Malcolm Arnold (1921-2006) y muchos otros compositores. En el ámbito de la música francesa, dos figuras merecen especial mención por sus contribuciones al repertorio de la flauta en el siglo XX: Henri Barraud (1900-1997) y Jacques Ibert.

Ibert compuso su Concierto para flauta en 1934 y lo dedicó al gran flautista y pedagogo Marcel Moyse (1889-1984), quien fue el encargado de estrenarlo en una sesión musical de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París, el 25 de febrero de ese año. La orquestación de Ibert en este concierto, ágil y transparente, incluye maderas a dos, un par de cornos, trompeta, timbales y cuerdas, y con este complemento orquestal el compositor logra la textura ideal para hacer resaltar el trabajo de la flauta solista. Contemporáneo del Concertino para saxofón, el Concierto para flauta de Ibert se acerca también en ciertos momentos a la atmósfera sonora del jazz, en particular en el último movimiento, en el que la alternancia de compases de 4/4 y 3/4 produce un efecto muy especial de síncopa.
Hay quienes atribuyen a Jacques Ibert una frase muy conocida en el mundo de la música (y del arte en general), que dice que el genio está formado por 1% de inspiración y 99% de transpiración. Si bien es difícil probar más allá de toda duda la paternidad de esta afortunada frase y atribuírsela a Ibert, lo que está fuera de duda es que entre sus proyectos más peculiares Ibert produjo la música para una versión cinematográfica del Quijote de Cervantes, dirigida en 1933 por el cineasta austríaco Georg Wilhelm Pabst y protagonizada por el gran bajo ruso Fiodor Chaliapin. Según cuenta la historia, la película en cuestión resultó un sonado y sonoro fracaso.

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