Stravinski, Igor - *Petrushka* (1947)

Igor Stravinski (1882-1971)

Petrushka (1947)

La feria de carnaval
Danza rusa
Petrushka
El moro
La feria de carnaval (Anochecer)

Investigar y escribir sobre Igor Stravinski y su música es una empresa relativamente fácil, gracias a la numerosa documentación existente al respecto. Entre todos esos papeles destacan, como es natural, las cartas y textos escritos por el propio Stravinski en relación con el origen, inspiración y creación de sus obras. En uno de esos textos se encuentra una versión compacta del proceso creativo que dio como resultado el ballet Petrushka, una de las partituras más importantes del compositor ruso. He aquí las palabras de Stravinski:

Antes de abordar La consagración de la primavera, que habría de ser una empresa ardua y prolongada, quise refrescarme componiendo una pieza orquestal en la que el piano tuviera una parte importante, una especie de pieza de concierto. Al componer la música, tuve en la mente la clara imagen de una marioneta, dotada súbitamente de vida, que exasperaba a la orquesta con sus diabólicas cascadas de arpegios. A su vez, la orquesta responde con amenazantes toques de trompeta. El resultado es un ruido terrible que llega a un clímax y termina en el triste colapso de la pobre marioneta. Luego de terminar esta extraña pieza, luché por horas, mientras caminaba a orillas del lago Ginebra, para encontrar un título que expresara con una palabra el carácter de mi música y, consecuentemente, la personalidad de la criatura. Un día brinqué de gusto al encontrar el título: Petrushka, el inmortal e infeliz héroe de las ferias de todos los países. Poco después, Diaghilev vino a visitarme a Clarens, donde yo estaba residiendo. Se asombró mucho cuando, en vez de los bosquejos de La consagración, le toqué la pieza que acababa de componer y que más tarde se convirtió en la segunda escena de Petrushka. Quedó tan complacido que insistió en que yo debía desarrollar el tema del sufrimiento de la marioneta y convertirlo en un ballet completo. Mientras estuvo en Suiza, trabajamos la línea general del asunto y la trama a partir de ideas que yo sugerí. Establecimos el lugar de la acción: la feria, con la multitud, los puestos, el pequeño teatro, el mago con todos sus trucos y los muñecos que cobran vida: Petrushka, su rival y la bailarina, así como la tragedia de amor que culmina con la muerte de Petrushka. De inmediato comencé a componer la primera escena del ballet, que terminé en Beaulieu, donde pasé el invierno de 1910-1911 con mi familia.

Así pues, para los asuntos del libreto y la continuidad escénica de Petrushka, Stravinski requirió los servicios de Alexandre Benois, quien a pesar de estar distanciado del empresario Diaghilev, aceptó colaborar en el proyecto. Entre los últimos meses de 1910 y los primeros de 1911 todos los involucrados en la producción de Petrushka trabajaron arduamente sobre una partitura que no era fácil, sobre un libreto ciertamente complejo y sobre una serie de propuestas escénicas que hacían muy difícil la labor de los bailarines. Sin embargo, al paso de los meses las asperezas se pulieron y a mediados de 1911 Petrushka quedó lista para su estreno. Como fue el caso de los otros ballets de Stravinski, Petrushka tuvo un estreno de lujo, a juzgar por el talento y fama de los involucrados: producción general de Serge Diaghilev, música de Igor Stravinski, libreto de Alexandre Benois, coreografía de Michel Fokine, dirección musical de Pierre Monteux, y los papeles principales del ballet bailados por Vaslav Nijinski, Tamara Karsavina, Enrico Cechetti y Alexander Orlov. Con semejante acumulación de genios, el estreno no podía ser sino un éxito rotundo, y así fue, la noche del 13 de junio de 1911, cuando Petrushka se puso en escena por primera vez en el Teatro del Châtelet en París. Sin embargo, tal éxito no fue universal, debido entre otras cosas a que el público parisino era más flexible y conocedor que los públicos de otras latitudes. De ese modo, cuando Petrushka se puso en escena por primera vez fuera de Francia (en Viena, en enero de 1913), la hostilidad del público, la orquesta y la crítica fueron notables. Sin embargo, este ballet de Stravinski corrió con mejor suerte al ser estrenado en Londres y en Nueva York, donde obtuvo sendos y rotundos éxitos.

La partitura de Petrushka contiene muchas y muy variadas riquezas, y al menos un gesto enigmático: el famoso acorde Petrushka, una armonía bitonal en la que Stravinski superpone la tonalidad de do mayor y la de fa sostenido mayor. No ha faltado quien compare esta extraña propuesta armónica con la que Richard Strauss (1864-1949) hace en el final de su poema sinfónico Así hablaba Zaratustra (1896), donde se plantea el choque armónico de un acorde de do mayor contra uno de si mayor. El mismo Stravinski afirmó que este acorde había sido concebido como un insulto, pero no suyo, sino un insulto de Petrushka al público, insulto que es repetido al final de la obra por el espíritu de la marioneta muerta. En 1947, Stravinski revisó la partitura de Petrushka, redujo la enorme orquesta de la versión original y propuso un final alternativo para la versión de concierto de su ballet, en la que en vez del lánguido acorde Petrushka, la música termina con un brillante fortissimo de toda la orquesta.

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