Juan Arturo Brennan
Me imagino que la cercanía de los niños a sus mascotas es la razón por la que algunas conocidas obras musicales dedicadas directa o indirectamente a los infantes tienen como personajes a diversos animales. Tal es el caso de obras como El carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns (1835-1921), Babar el elefante de Francis Poulenc (1899-1963) y, por supuesto, Pedro y el lobo de Sergei Prokofiev.
En el año de 1936, Prokofiev se hallaba recién reinstalado en la Unión Soviética después de haber pasado largos años de exilio en el extranjero. Era una época de gran control burocrático sobre la música y otras artes, un control que implicaba líneas de conducta marcadas desde las oficinas del Kremlin, así como una severa vigilancia y una violenta censura sobre los artistas soviéticos. Por estas y otras razones, la Unión Soviética padecía un claro aislamiento musical, debido entre otras cosas a que en las salas soviéticas de concierto prácticamente nunca se tocaban obras de la vanguardia europea de entonces. En medio de este clima, algunas de las obras de Prokofiev fueron criticadas y censuradas por las autoridades. En enero de 1936, el periódico oficial Pravda publicó una violenta crítica en contra de Dmitri Shostakovich (1906-1975), que por su tono y su contenido tocó tangencialmente a su colega Prokofiev. Como reacción a esto y al fracaso original de su partitura para el ballet Romeo y Julieta, el compositor dejó a un lado la creación de grandes y ambiciosas partituras y enfocó su atención a la composición de obras de menor alcance. Fue en ese tiempo que Prokofiev asistió a un concierto diseñado especialmente para niños, en el que se interpretaron fragmentos del ballet El cascanueces y de la Segunda sinfonía de Piotr Ilyich Chaikovski (1840-1893), así como algunas piezas escritas para la ocasión por compositores soviéticos del momento. Como reacción a este concierto para niños, Prokofiev comenzó a jugar con la idea de escribir una obra especialmente diseñada para mostrar a la infancia el funcionamiento de la orquesta sinfónica. Poco después, el Teatro Infantil de Moscú, a través de Natalya Satz, le pidió a Prokofiev componer una obra a través de la cual los niños aprendieran a conocer y reconocer los instrumentos musicales. Para ello, el Teatro Infantil de Moscú entregó un texto a Prokofiev, pero el compositor lo descartó y escribió su propio texto: el cuento de Pedro y el lobo, cuyo título original en ruso es Petya i volk. El compositor se entusiasmó tanto con el proyecto que en cuatro días tuvo lista la partitura de la obra en piano, y una semana después, la orquestación definitiva de Pedro y el lobo.
Originalmente, la obra se conoció también con el título de Cómo el pequeño Pedro engañó al lobo. En efecto, este cuento musical narra la historia del niño Pedro que, con ayuda de un gato, un pájaro y un pato, atrapa a un feroz lobo que merodea la región y lo entrega a unos cazadores que se lo llevan al zoológico, con la aprobación a regañadientes de su abuelo. Como línea de conducta musical, Prokofiev asigna temas, sonidos e instrumentos específicos a cada personaje de la historia: Pedro es representado por las cuerdas, el lobo por los cornos, el abuelo por el fagot, el pájaro por la flauta, el gato por el clarinete, el pato por el oboe, las escopetas de los cazadores por los timbales.
Pedro y el lobo fue estrenada el 6 de mayo de 1936 en el Teatro Infantil de Moscú, y desde entonces es la obra musical favorita en los conciertos dedicados a los niños. El texto de Prokofiev ha sido traducido a muchísimos idiomas y en algunas de las grabaciones que se han hecho de Pedro y el lobo la narración ha estado a cargo de personajes muy interesantes, como Leonard Bernstein, Sean Connery, John Gielgud, Boris Karloff, Jack Lemmon, Lorin Maazel, Itzhak Perlman, André Previn, Peter Schickele, Sting y “Weird Al” Yankovic. Y si bien este cuento del niño y la fiera parece no ser más que una inocente fábula musical, algunos analistas han querido hallar en el texto de la narración significados ocultos y lecturas alternativas según las cuales Prokofiev habría utilizado alegóricamente los elementos del cuento para referirse en un contexto político a la censura y la supervisión de las autoridades soviéticas. Sea como fuere, el caso es que Pedro y el lobo no fue la única obra que Prokofiev dedicó a la niñez; en su catálogo es posible hallar también la obra pianística Música para niños (1941) y las Tres canciones para niños Op. 68 (1936).