Obertura Vísperas sicilianas
No deja de ser curioso (y quizá hasta antipatriótico, considerando el tema) que la ópera de Giuseppe Verdi conocida comúnmente como Las vísperas sicilianas hubiera llevado como título original el de Les vépres siciliennes, en un francés por demás ajeno al espíritu de Verdi y de su ópera. El caso es que Verdi escribió esta obra para la Ópera de París, donde fue estrenada el 13 de junio de 1855. A pesar de que ni Verdi estaba muy satisfecho con esta obra ni el público francés estaba satisfecho con Verdi, Las vísperas sicilianas resultó ser suficientemente exitosa como para que los promotores franceses ofrecieran al compositor italiano un buen puñado de francos para quedarse en París; sin embargo, Verdi, el más italiano de los italianos, no quiso saber nada del asunto. El libreto original de la ópera fue escrito por Eugène Scribe y Charles Duveyrier, y estuvo basado en su propio texto titulado El Duque de Alba, que dio origen a la ópera homónima de Gaetano Donizetti (1797-1848), estrenada en 1882.
Las vísperas sicilianas es una de tantas óperas en la historia en las que un asunto de corte épico-patriótico se entrelaza (con mayor o menor éxito en el plano dramático) con un asunto de aliento romántico. Dicho de otra manera: las pasiones individuales en el marco de los grandes temas sociales y/o nacionales. En este caso, el Gran Tema Nacional es la ocupación de Sicilia por los franceses allá por el siglo XIII. Los protagonistas de este asunto son los siguientes, no necesariamente en orden de aparición:
- Elena de Austria
- Montfort, gobernador francés de Sicilia que ha hecho ejecutar a un hermano de Elena
- Henri, un joven patriota siciliano de quien Elena se enamora
- Procida, un no tan joven patriota siciliano, francamente fanático
La parte épica del asunto que protagonizan los arriba mencionados es harto sencilla: se trata simplemente de que los sicilianos quieren cortar el cuello a los invasores franceses y tirarlos al mar. Para ello, el fogoso Procida se dedica a tramar y complotar permanentemente para azuzar a los sicilianos en contra de las fuerzas de ocupación. Mientras tanto, alguien descubre que el joven Henri es en realidad el hijo ilegítimo del gobernador Montfort (una clase de detalle muy socorrido en muchas óperas), aunque a Henri no le hace mucha gracia el descubrimiento. Eso no le impide, sin embargo, salvarle la vida a Montfort evitando que Elena y Procida lo asesinen. Como dicen que el amor todo lo puede, Henri y Elena organizan su boda sin saber que la ceremonia ha de ser el pretexto que Procida busca para organizar una matanza de franceses. A punto de la boda, Elena se da cuenta de lo que va a suceder y trata de impedir que la ceremonia se lleve a cabo. Sin embargo, Montfort se obstina en que los planes sigan adelante y ordena tocar las campanas del oficio de vísperas para anunciar la boda. Grave error de su parte, porque las campanas son la señal que desata la furia de los patriotas sicilianos, quienes proceden a hacer una verdadera carnicería de los franceses.
Como era de esperarse, tan patriótica acción por parte de los sicilianos no podía quedarse para siempre en francés, de modo que Les vépres siciliennes fue rápidamente traducida al italiano como I vespri siciliani por Ettore Caimi y Arnaldo Fusinato, y en su idioma natural fue estrenada en diciembre de 1855 en el Teatro Ducal de Parma. Dos meses después, Las vísperas sicilianas pasó a ser una de esas óperas que alguna vez han sido conocidas con un título alternativo; para su representación en el Teatro de La Scala de Milán fue anunciada como Giovanna di Guzmán, por razones tan poco claras como cualquier argumento de ópera.
Lo cierto es que la base histórica de este enredado asunto operístico es bastante sólida. El tal Procida fue, en efecto, un patriota siciliano que tramó organizar una rebelión cuando el rey Carlos (de la dinastía Angevin) estuviera ocupado y distraído atacando al imperio bizantino. El asunto tratado por Verdi en esta ópera tuvo su culminación el lunes de Pascua, 30 de marzo de 1282, en la iglesia del Espíritu Santo en Palermo. A la hora de las vísperas, un grupo de soldados franceses de las fuerzas de ocupación cometió el grave error de insultar a una mujer siciliana. Prontamente, los aguerridos compatriotas de la dama agraviada mataron a los soldados, dando principio al motín en el que el pueblo de Palermo acabó con casi dos mil hombres, mujeres y niños franceses. Muy pronto, la revuelta habría de extenderse por toda Sicilia, y aunque el incidente relatado fue la chispa que prendió el fuego, lo cierto es que los sicilianos tenían muchas razones de mayor peso para rebelarse contra la opresión. La masacre de las Vísperas Sicilianas desató una guerra cuya dinámica está descrita así, parcialmente, en la Enciclopedia Británica:
Los Angevin, Carlos I y su sucesor Carlos II, eran apoyados por el Papa, por los güelfos italianos y por Felipe III de Francia, quien lanzó su desastrosa campaña contra Aragón en 1285 en un intento de poner a Carlos de Valois en el trono de Pedro III.
Como verá usted, lector, la historia es casi tan clara y sencilla como el argumento de la ópera. O viceversa...