Ligeti, György - *Melodien*

György Ligeti (1923-2006)

Melodien

La ciudad alemana de Nuremberg atestiguó el nacimiento y la muerte del gran artista Albrecht Dürer (1471-1528), personaje al que conocemos en el mundo de habla hispana como Alberto Durero. Nadie pondría en duda hoy día la afirmación de que Durero fue un gran pintor, pero los especialistas en la historia del arte sostienen de manera casi unánime que fue aún mejor como grabador. Después de hacer su primer aprendizaje en su tierra natal, Durero viajó a Italia, donde estuvo en contacto con algunos de sus más grandes colegas. Lógicamente, a su regreso a Alemania sus pinturas comenzaron a reflejar la influencia de algunos maestros italianos, entre los que se menciona particularmente a Andrea Mantegna y a Giovanni Bellini. Su prestigio, especialmente el que adquirió como retratista, llegó a tal nivel que los emperadores Maximiliano I y Carlos V requirieron sus servicios. Con el paso del tiempo, Durero perfeccionó la técnica de grabado que tanta fama habría de darle, al tiempo que se dedicó a explorar con asiduidad un área particularmente fascinante de la pintura: el autorretrato. Entre sus admiradores más destacados estuvo Erasmo de Rotterdam, quien impresionado por sus grabados se refirió a Durero como “el Apeles de la línea negra”, en referencia al legendario pintor de la antigüedad clásica griega. En el año 1971, la ciudad de Nuremberg encargó al notable compositor húngaro György Ligeti la composición de una obra para conmemorar los 500 años del nacimiento de Alberto Durero.
Cuando Ligeti abordó el cumplimiento del encargo, su obra ya estaba marcada por uno de los elementos más emblemáticos de su lenguaje, al que él mismo designó como micropolifonía, y que está particularmente presente en sus obras orquestales. Respecto a Melodien, que es el título de la obra que compuso para Nuremberg, decía Ligeti:

Intenté suavizar la densa micropolifonía de mi lenguaje musical, para hacerlo menos severo y más transparente. En general, permanecí fiel a mi estilo anterior: la forma musical se despliega como un tejido tendido en el flujo continuo del tiempo. Sin embargo, las voces individuales ya no se fusionan, como es el caso en mi música anterior, sino que en su superposición y entrelazado se pueden discernir individualmente. Las voces se convierten en melodías individuales, con su propio diseño, su propio tempo, ritmo y estructura interválica. Si se escucha la obra por vez primera, parece ser un caos de melodías discrepantes, pero a medida que se conoce mejor la música, es posible percibir las conexiones internas y el esqueleto armónico oculto de la forma.

Jean-Noël Von der Weid, conocedor de la música de Ligeti, afirma que el título Melodien viene del hecho de que las líneas melódicas nacen de la estructura armónica que les da orden. Una ojeada a la partitura y una audición de Melodien (de preferencia simultáneas) deja claro que Ligeti es certero al hablar de la posibilidad de percibir con cierta claridad las voces individuales al interior de la orquesta; porque, en efecto, la micropolifonía es menos apretada que en otras partituras sinfónicas suyas, notablemente Atmósferas (1961). Buena parte de esa transparencia se debe a una orquestación moderada en la que, con la excepción de dos cornos, todos los alientos están escritos a uno, es decir, un solo instrumento. Por otra parte, Melodien ofrece al oyente una sonoridad particularmente luminosa debido a la presencia de crótalos, glockenspiel, vibráfono, xilófono y celesta. En la partitura, la música va precedida de una página abundante en notas e instrucciones de interpretación, y al final de la obra, cuando la música se ha disuelto en la nada, Ligeti marca una gran pausa (cosa que hizo también en otras partituras suyas) para enfatizar la importancia suprema, y muy poco comprendida por músicos y público, del silencio que va después del sonido. La partitura de Melodien (‘Melodías’) está dedicada a la esposa del compositor, la sicoanalista húngaro-austriaca Vera Ligeti, cuyo nombre original era Veronika Spitz.
El 10 de diciembre de 1971, la Orquesta Filarmónica de Nuremberg realizó el estreno absoluto de Melodien, bajo la batuta de Christian Gierster.

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