de Elías, Alfonso - *El jardín encantado*

Alfonso de Elías (1902-1984)

El jardín encantado

En el jardín
Contemplación
La fuente maravillosa

Originario de la Ciudad de México, Alfonso de Elías (1902-1984) hizo sus primeros estudios musicales con su madre y con su hermana Consuelo. En 1915 ingresó al Conservatorio Nacional de Música, donde sus maestros principales fueron Rafael J. Tello, Aurelio Barrios y Gustavo E. Campa. Una vez concluidos sus estudios, inició una sólida carrera como pianista, complementándola con sus labores de organista y director de orquesta. Desde los inicios de su carrera, Alfonso de Elías mostró un interés notable por la enseñanza, lo que lo llevó a fundar una academia musical en la cual, a lo largo de los años, tuvo más de un millar de alumnos. Fue, además, profesor en la Escuela Nacional de Música (hoy Facultad de Música) de la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Conservatorio Nacional de Música. Como compositor, Alfonso de Elías poseía un estilo que, anclado firmemente en la tradición musical europea, apuntaba hacia un claro neo-romanticismo. En un texto sobre la historia de la música mexicana, el compositor y musicólogo Julio Estrada (1943) ha definido a de Elías como un compositor ubicado en lo que él llama “el área mestiza” del nacionalismo musical mexicano, cercano a José Rolón (1876-1945), Miguel Bernal Jiménez (1910-1956) y Manuel M. Ponce (1882-1948). Este apunte de Estrada es especialmente interesante, porque el propio Alfonso de Elías declaró en una ocasión que tanto Ponce como Bernal Jiménez se hallaban entre sus compositores mexicanos favoritos. En la década de 1930, Alfonso de Elías formó parte de la Liga de Compositores, con lo que declaraba de manera explícita su inclinación hacia la creación de música de corte nacionalista. Esta orientación es notable, sobre todo, en obras sinfónicas suyas como las Variaciones sobre un tema mexicano, Cacahuamilpa y El jardín encantado. Como contraste, su producción pianística (que ocupa un lugar destacado al interior de su catálogo) está más orientada hacia las formas y los lenguajes de origen europeo, aunque no están del todo ausentes algunos sutiles toques de color local.
Una buena proporción del trabajo compositivo de Alfonso de Elías estuvo encauzada hacia la música sinfónica. En esa área de su catálogo es posible mencionar:

El jardín encantado
Tres sinfonías
Variaciones sobre un tema mexicano
Leyenda mística del callejón del Ave María
Las biniguendas de plata
Cacahuamilpa

El tríptico sinfónico El jardín encantado fue realizado por De Elías como trabajo escolar en la clase de composición de Gustavo E. Campa (1863-1934), y fue estrenado el 9 de noviembre de 1927, tres años después de haber sido terminado, por la Orquesta del Conservatorio bajo la dirección de José Rocabruna. Para su estreno en el ámbito profesional, la partitura de El jardín encantado debió esperar sólo un año. El 9 de diciembre de 1928, en el Teatro Iris, la Orquesta Sinfónica de México interpretó esta obra de Alfonso de Elías en un concierto que incluyó también el Primer concierto para piano de Franz Liszt (1811-1886), el Segundo concierto de Brandenburgo de Johann Sebastian Bach (1685-1750) y el estreno en México de El amor brujo de Manuel de Falla (1876-1946). En el programa de mano de aquel concierto, El jardín encantado estaba anunciado simplemente como Tríptico sinfónico y, bajo el apellido del compositor, una breve nota que lo identificaba como alumno de Campa.
Ligado estrechamente a las músicas europeas del inicio del siglo XX, El jardín encantado es un trabajo en el que algunos conceptos románticos han sido tratados por De Elías en una forma que tiende a aligerar el peso específico de la armonía y de la densidad orquestal. Así, en los dos primeros movimientos del tríptico, En el jardín y Contemplación, hay un ambiente sonoro lírico y contemplativo; aquí, el encanto del jardín tiene un poco de misterio y un poco de magia blanca. El tercer movimiento, titulado La fuente maravillosa, es un trozo que semeja un scherzo ligero y ágil, de raíz plenamente romántica, agitado pero contenido, y que finaliza como la etérea conclusión de un cuento de hadas.
Cabe señalar, a manera de colofón, que el carácter de la música de Alfonso de Elías parece evidenciar un cierto sentido religioso, íntimo y discreto, que es congruente con el hecho de que la mayoría de sus partituras están inscritas con las letras A.M.D.G.: Ad majorem Dei gloriam, ‘Para mayor gloria de Dios’.

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