Rigoletto, de Giuseppe Verdi, es sin duda una de las óperas más censuradas en la historia. El libretista, Francesco Maria Piave basó su texto en el drama El rey se divierte, escrito por Víctor Hugo en 1832. En su forma original, el drama ya había sido víctima de la censura, y la ópera de Verdi habría de sufrir la misma suerte. Rigoletto fue escrita para la temporada de carnaval del Teatro La Fenice de Venecia. Por ese entonces, Venecia era gobernada por los austriacos, y la policía imperial no vio con buenos ojos el intento de Piave y Verdi de pintar un retrato muy poco halagador de la realeza, tal y como Víctor Hugo lo había pintado dos décadas antes en su drama. Después de varios enfrentamientos con los censores, Verdi obtuvo una concesión: podía seguir adelante con su ópera, siempre y cuando realizara algunos cambios importantes en el libreto. Para empezar, la acción debió ser trasladada a la Italia del siglo XVI, en vez de la Francia de tiempos de Víctor Hugo. Después, el protagonista de la realeza, en vez de ser el rey Francisco I, se convirtió en el duque de Mantua. Así, una vez que el libertino quedó degradado de rey a duque, los censores quedaron más o menos aplacados. Verdi y Piave realizaron entonces algunos otros cambios en los nombres, los lugares y las circunstancias, y el libreto quedó finalmente listo y aprobado por los celosos supervisores imperiales. Verdi compuso la música de Rigoletto en 1850, y la ópera fue estrenada el 11 de marzo de 1851 en el Teatro La Fenice de Venecia.
Italia, siglo XVI. Mantua es gobernada por un duque déspota, libertino y mujeriego, que vive rodeado de la adulación de sus cortesanos y de su jorobado bufón, Rigoletto. Bien conocido como “ladrón de honras” (término típico de óperas y telenovelas por igual), el duque de Mantua mete en prisión al conde de Monterone, quien se ha atrevido a reclamarle la violación de su hija. De camino al calabozo, escarnecido por el duque, la corte y el bufón, Monterone maldice a Rigoletto. El bufón, ignorante y supersticioso, se aterra ante la maldición. Más tarde, los cortesanos del duque le cuentan que han visto a una hermosa joven entrar y salir de casa de Rigoletto. De inmediato, el duque asume que se trata de la amante de su bufón, y echa a andar una pesada broma práctica, no sin antes intentar seducir a la joven, haciéndose pasar por un estudiante pobre. Los cortesanos del duque de Mantua raptan a Gilda, quien no es amante sino hija de Rigoletto, con la ayuda involuntaria del bufón. La llevan al palacio ducal, donde el duque procede a seducirla (violarla sería un término más adecuado) sin saber que se trata de la hija del bufón. Al descubrir el rapto de su hija, Rigoletto culpa de ello a la maldición del conde de Monterone. Después de mucho rogar, el bufón logra que el duque le devuelva a su hija, y jura venganza por la deshonra. Para lograrla, contrata los servicios de Sparafucile, un asesino a sueldo. El duque llega a la posada atendida por Sparafucile y su hermana Maddalena. La joven, enterada del plan, le ruega a su hermano que no mate al duque, ya que se ha enamorado de él. Le propone, en cambio, matar al primer extraño que toque a la puerta. Gilda, que lo ha oído todo, decide sacrificar su vida por el duque, de quien ella también se ha enamorado. Gilda toca a la puerta y, en efecto, Sparafucile la apuñala. Más tarde, llega Rigoletto a recoger lo que cree el cadáver de su enemigo. Sparafucile le entrega un cuerpo en un costal y cuando el bufón se dispone a tirar el bulto al río, escucha la voz de la moribunda Gilda. Horrorizado porque su venganza ha alcanzado a su ser más querido, Rigoletto le ruega a Gilda que no muera, pero ella exhala su último suspiro invocando a su madre muerta. Atribuyendo de nuevo su desgracia a la maldición, Rigoletto se desploma sobre el cadáver de su hija.
El título de esta ópera de Verdi y Piave es el nombre de su protagonista, el bufón Rigoletto. En el original de Víctor Hugo el nombre del bufón era Triboulet, y el cambio de nombre se debe a algo más que la simple invención artística. En francés, la palabra rigolade describe una broma o chiste, y el verbo rigoler se refiere a la acción de bromear. Así pues, puede decirse que en su nuevo nombre, Rigoletto lleva la fama y el oficio. Otro cambio interesante de nombres es el del asesino a sueldo, que en el original de Víctor Hugo se llama Saltabadil, y en la ópera de Verdi se ha convertido en Sparafucile. También para enfatizar el oficio de su personaje, Verdi le ha llamado spara fucil, que en italiano quiere decir dispara fusil, y que es una de las muchas formas en que los matones pagados descargan sus deberes profesionales. También es interesante el hecho de que en el drama de Víctor Hugo el rey Francisco I toma la falsa identidad del estudiante Gauchier Mahiet en su intento por seducir a la hija del bufón; Verdi y Piave, por su parte, lo rebautizaron como Gualtier Maldé, guardando una cierta semejanza con el original.
En su estreno, Rigoletto resultó un éxito notable y, sin embargo, los problemas de parto de esta ópera no terminaron en Venecia. A pesar de la aprobación oficial del libreto de Piave, la censura volvió a atacar la ópera después de su estreno. De hecho, durante los años siguientes Rigoletto debió ser representada en algunos teatros con cambios en el libreto y con títulos alternativos: Viscardello en Roma y Bolonia, Clara de Perth en Nápoles, Lionello también en Nápoles. Bajo cualquiera de sus títulos, de preferencia el original, Rigoletto es una de las óperas más exitosas de Verdi, y representa la primera parte de la famosa trilogía popular, que ocupa el centro de su producción operística. La trilogía habría de ser completada por el compositor con otras dos óperas de gran éxito, La Traviata y El trovador, ambas creadas en 1853.
Para los amantes de las grabaciones históricas con grandes intérpretes del pasado, uno de los registros más interesantes es el que realizaron hace muchos años Leonard Warren, Jan Peerce, Erna Berger, Nan Merriman e Italo Tajo bajo la dirección de Renato Cellini. Para quienes prefieren un sonido más moderno con repartos actuales, hay dos versiones en las que destaca la presencia de los dos grandes tenores de nuestro tiempo: la realizada por Joan Sutherland, Luciano Pavarotti, Sherrill Milnes, Huguette Tourangeau y Martti Talvela bajo la batuta de Richard Bonynge, y la que hicieron Ileana Cotrubas, Plácido Domingo, Piero Capuccilli, Nicolai Ghiaurov y Elena Obraztsova, dirigidos por Carlo Maria Giulini.
Entre las representaciones recientes más notables de Rigoletto hay que mencionar la realizada en febrero de 2013 en la Ópera Metropolitana de Nueva York, en la que la acción de la ópera fue trasladada a la ciudad de Las Vegas en 1960. A pesar de las dudas y reclamos de los puristas, esta puesta en escena resultó muy convincente y bien lograda, y fue sorpresivamente bien recibida por el público.